La primera de feria en Ciudad Real se desarrolló con intensidad y brillantez descendente, en la que lo mejor llegó con los dos destacados primeros toros de Juan Pedro Domecq, y una muy meritoria faena al sexto de Marco Pérez, que vio marcharse a hombros a El Cid y Emilio de Justo.
El festejo, en el que debutó la empresa Eventos Mare Nostrum, se saldó con media plaza cubierta y la salida a hombros de dos de los toreros anunciados: El Cid y Emilio de Justo.

El Cid, sustituto de Cayetano, pudo disfrutar -y hacer disfrutar- desde el recibo de capote, con el primero de Juan Pedro galopando franco, y el de Salteras meciendo los brazos con suavidad.
El inicio de faena conectó con los tendidos rápidamente, con dos tandas vibrantes por el pitón derecho que, sin embargo, bajaron el diapasón en el toreo al natural ya que el toro echó la persiana y los subsiguientes muletazos tuvieron que llegar de uno en uno. La estocada cobrada al primer intento le granjeó la concesión de una oreja.
El cuarto fue una pintura con estampa pero de escaso contenido en cuanto a bravura, a pesar de apenas recibir castigo en el caballo. El Cid tan solo pudo gustarse bamboleando el capote a pies juntos en el saludo, aunque a la postre le arrancó una oreja en base a un trasteo tesonero bien rematado con la espada.
En el segundo, Emilio de Justo se ajustó en unos arrebatados lances cerca de tablas, si bien la salida suelta del de Juan Pedro le impidió redondear. Tras dos soberbios pares de Morenito de Arles, Emilio pudo desquitarse con la muleta, a la que el toro embistió con codicia y colocando la cara por el derecho.

El torero extremeño le dio réplica con entrega y plasticidad hasta coger la mano izquierda y comprobar que el fuelle de su oponente había menguado notablemente. Al entrar a matar resultó cogido dramáticamente, volando por los aires pasando de pitón a pitón.
La conmoción se tornó alivio cuando De Justo se pudo poner en pie por sí mismo y, aunque con una tremenda paliza encima, fue capaz de recoger las dos orejas pedidas y concedidas, ganándose la puerta grande.
Menos mal, porque su segundo, quinto de la tarde-noche, habiendo regresado de la enfermería, no le permitió puntuar y resultó ser un mulo que topaba más que embestía, por lo que De Justo abrevió debidamente.
Marco Pérez nada pudo hacer frente al marmolillo en que se convirtió el tercero tras el segundo par de banderillas. A pesar de los toques fuertes y algún zapatillazo, el de Juan Pedro metió la cara entre las manos y se negó a acometer echando por tierra las ganas del salmantino.
El sexto quiso más que pudo, y sus evoluciones fueron rebrincadas y algo descompuestas. Pero había que puntuar, y Marco optó por derrochar esa sapiencia destinada a los elegidos, y él lo es.
La suya al sexto fue la faena de mayor peso y mérito, ajustando intensidad en los toques, dejándosela en la cara hasta conseguir rematar las embestidas a regañadientes, y poniendo todo de su parte para acompañar a hombros a sus compañeros. No lo hizo porque falló con la espada, y acaso tampoco lo habría conseguido de matar a la primera. Pero por él no quedó. Al final el premio quedó en singular.
FICHA DEL FESTEJO: Plaza de toros de Ciudad Real. Primera corrida de la Feria de la Virgen del Prado. Media entrada.
Se lidiaron seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados. Pesos 485, 460, 450, 490, 530 y 520. Primero y segundos bravos, aunque de escasa duración. Tercero muy parado. Cuarto mansurrón. Quinto deslucido y sin clase. Sexto falto de entrega y soso.
Manuel Jesús «El Cid», que sustituía a Cayetano (de azul rey y oro): estocada entera desprendida (oreja con petición); estocada entera algo trasera (oreja).
Emilio de Justo, (de blanco y azabache): estocada entera desprendida (dos orejas); pinchazo y media arriba y dos descabellos (silencio).
Marco Pérez, que debutaba en esta plaza como matador, (de blanco y oro): tres pinchazos y casi entera arriba y algo atravesada (palmas); pinchazo y casi entera algo trasera y tendida (oreja).
Morenito de Arles saludó tras banderillear al segundo, y Abraham Neiro hizo lo propio en el quinto. El Cid y Emilio de Justo salieron a hombros.